Lo bueno que tiene la numismática es lo que te hace estudiar y, consiguientemente, aprender; siempre, claro está, que no colecciones euros u otras monedas actuales -incluida esa perversión numismática que constituyen las "monedas de colección" (esas carísimas que acuña la FNMT para hacer negocio, que presenta en lujosos estuches con "certificado de autenticidad" -con si hubiera muchas falsificaciones de ellas- y que, pasados unos años, te das cuenta que no valen ni lo que pagaste por ellas, porque difícilmente te lo pagan). Los coleccionistas de moneda antigua y medieval, e incluso los de Monarquía española y Estado español, lo saben, lo sabemos muy bien. Toda moneda, por definición, fue acuñada por un poder para servir de medio de pago en una época concreta y bajo una política económica y monetaria determinada. Los objetos monetales que no cumplen con esto simplemente no son moneda, son otra cosa (medallas conmemorativas, reproducciones "oficiales" y artículos para el coleccionismo, entre otras posibles funciones).
Pues bien, en este sentido, la moneda moderna también es un objeto histórico nacido en un contexto histórico determinado, del que ha sobrevivido y sobre el que constituye un testigo mudo, si no se la sabe escuchar, pero enormemente locuaz si se indaga un poco sobre ella.
Y digo todo esto porque prácticamente en víspera de nochebuena se remató la última subasta de Subastas Sevilla, en la que tenía pujadas un par de cosas: un antoniniano de Filipo el Árabe y otro documento histórico que, por el momento, no puedo revelar porque se va a incluir entre los regalos de Reyes de mi hijo. Confirmado que me había hecho con mis dos pujas, me fui a ver a mi amigo Fran Fernández, encargado de la sección de numismática de la firma, a fin de recogerle las dos adjudicaciones y "bichear" un poco entre los lotes invendidos, cosa que suelo hacer siempre y que recomiendo. Como entre las compras de navidad y la renovación de mi equipo fotográfico mi presupuesto de 2014 para invertir en caprichos está bastante agotado tuve que dejar pasar alguna moneda que me gustaba y me centré un poco en la bandeja donde quedaban unas cuantas sin vender de una colección de falsificaciones de época -de las que tengo una pequeña subcolección, porque es un tema que me gusta mucho- y por 11 eurillos me pude dar el capricho. Esta es:
Esta pieza, pese al personaje que la mandó acuñar, a mi me trae buenos recuerdos, ya que fue el primer regalo que me trajo el "ratoncito Pérez" y que a mi me pareció un tesoro ya que, además de que en la segunda mitad de los sesenta era un dinerito, ¡era de plata! Pese a ello, no conservé aquella primera pieza, me imagino que me la cambiaría mi padre por un billete, que también los había de 100 pesetas, y que con el tiempo me lo gastaría. NO he vuelto a tener una pieza de estas hasta ahora y tampoco exactamente, porque la que he comprado en Subastas Sevilla es una falsificación muy bien hecha, de época, pero una falsificación hecha para engañar al prójimo -como todas- y defraudar al poder emisor.
Y claro, como toda moneda que cae en mis manos, más tarde o más temprano, hay que estudiarla. Esta le he estudiado muy pronto poniéndola por delante de otras que llevan mucho más tiempo en mis bandejas pendientes de estudio. No sé, me picó la curiosidad o el recuerdo del ratoncito Pérez. Pues resulta que en el año 1966, Franco promulgo -porque a ver quién era el guapo que le decía que no la promulgara- una Ley ex profeso mandando acuñar la pieza (Ley 12/1966, de 18 de marzo, por la que se autoriza la acuñación y puesta en circulación de moneda de cien pesetas). Da la casualidad que en 1966 se cumplían los 30 años del comienzo de la Guerra civil española y que el régimen había conmemorado poco tiempo antes los "25 años de paz". También casualmente los demás gobiernos del mundo estaban abandonando la acuñación en plata. Pero nada de esto influyó, según reza la exposición de motivos de la ley, en que se acordara esta emisión en plata. Reza este preámbulo:
"Por la Ley de veintiséis de diciembre de mil novecientos cincuenta y siete se autorizó la emisión de monedas que permitiese la rápida solución de los problemas que en cuanto a la circulación monetaria se derivaban del engrandecimiento del país y de la actividad creciente de su comercio, industria y comunicaciones, limitándose en aquel momento el mayor valor de las monedas a la pieza de cincuenta pesetas.
La buena acogida que en los medios bancarios y especialmente entre el público en general ha tenido aquella emisión y atento siempre el Gobierno a facilitar los medios de cambio, manteniendo en buen uso la moneda circulante, aconseja, habida cuenta del mayor volumen actual de sus transacciones, que una moneda metálica de mayor cuantía atienda a dichos fines, por lo que se considera oportuno ampliar la escala de valores de la referida Ley creando la moneda metálica de cien pesetas.
Dado el valor facial de la nueva moneda metálica, se estima más conveniente acuñarla en un metal noble como es la plata, y que, por otro lado, tiene una gran tradición en nuestro país."
O sea, que fueron teóricamente razones económicas las que aconsejaron al régimen la emisión, algo que simplemente no se sostiene, habida cuenta de los acontecimientos que seguirían. Estamos en pleno despegue económico de los 60, a la imagen del Estado -o sea, a la de Franco- políticamente le convenía y en ese momento pudo permitirse el lujo de esta emisión en plata, y así el Jefe del Estado no iba a ser menos que sus antecesores, como veladamente deja entrever la última frase del preámbulo.
Entre 1966 y 1970 se acuñaron alrededor de 60 millones de monedas de 100 pesetas, con 34mm de diámetro, 19 g. de peso y una ley de 800 milésimas en plata -800 milésimas de plata y 200 milésimas de cobre, con una tolerancia de contenido en plata de más menos 3 por 1000). Esto suponía un contenido de plata pura en cada moneda de 15,2 gramos. En 1.970 hubo de suspenderse su emisión. La subida progresiva del precio de la plata desde 1.966 la hacía insostenible. Se ha discutido mucho sobre si ya en 1966 era económicamente aconsejable hacerlo, pero e mi modesta opinión, y a falta de un estudio más profundo, todo apunta que a partir de 1.968 las emisiones ya no debían compensar económicamente al estado. Os doy algunos datos:
En marzo de 1966, con el dólar a 59,945 pesetas, la plata cotizaba a 1,29 $ la onza, lo que equivale, si mis cálculos son correctos, a 2,49 pesetas el gramo de plata. Dado que la pieza tenía 15,20 g. de plata pura, su valor en plata era de 37,85 pesetas. Bueno, vale, nos lo podemos permitir, debieron pensar.
Pero es que en 1968, con el dolar a un cambio de 69,712 pesetas, la plata cotizaba a 2,5 $/onza, y la plata de la moneda valía, haciendo cálculos, unos 85,17 pesetas, muy cercana ya a su valor nominal.
En 1975 la plata estaba a 4,42 $/onza y el dolar cerró a 59,71 pesetas. No hace falta ni hacer cálculos. Con una cotización del dolar similar a la de 1966, el precio de la plata era casi 3 veces y media mayor. La plata que contenía la moneda sobrepasaba el valor facial.
No es de extrañar que aunque a mediados de los setenta se prohibiera especular con estas monedas y sólo se permitiera su cambio para retirarlas de la circulación, el caso es que se retuvieron muchísimas en manos de los particulares, por lo que aún hoy día es muy fácil encontrarlas. Tampoco es de extrañar que algún director de banco, que las tenía en la caja fuerte contabilizadas a valor nominal, hiciera negocio con ellas.
Sobre la falsificación no tengo muchos datos. Puede ser la que aparece en el Catálogo General de la Moneda Falsa Española de Luis Barrera, bajo el número 1405, que corresponde a una pieza fundida de escaso relieve en alpaca. La verdad es que alpaca puede ser, pero no presenta escasos relieves y, en cuanto a lo de fundida, tengo muchas dudas tras examinarla al microscopio. Lo que si tengo claro es que no es de plata. Tiene un diámetro mayor ligéramente mayor a los 34 mm que debería medir, concretamente mide 34,34 mm. Su peso es de 18,23 g., inferior al peso oficial en más de medio gramo (0,67 g. concretamente). Su canto es de 2,57 mm. Un cálculo aproximado de la densidad del metal (geométrico, ya que no tengo balanza de laborarorio con kit de densidad) me da una densidad de 7,65 g/ml muy alejada de la densidad 10,2 g/ml que debe tener la aleación original (según mis cálculos y mis oxidados conocimientos en física y química). Sin embargo una densidad muy cercana a la del peltre (7,70 g/ml) y a la de la alpaca (8,72 g/ml, que al ser ambas aleaciones de varios metales pueden oscilar.
Y hasta aquí dio de sí mi pequeña investigación numismática de la tarde del viernes pasado, que hoy he pasado a limpio.
Para saber más sobre estas piezas os paso dos enlaces:
Las 100 pesetas de Franco. Blog de Historia y Numismática
Diferentes estrellas en las 100 pesetas de Franco.Blog Numismático.
Pues bien, en este sentido, la moneda moderna también es un objeto histórico nacido en un contexto histórico determinado, del que ha sobrevivido y sobre el que constituye un testigo mudo, si no se la sabe escuchar, pero enormemente locuaz si se indaga un poco sobre ella.
Y digo todo esto porque prácticamente en víspera de nochebuena se remató la última subasta de Subastas Sevilla, en la que tenía pujadas un par de cosas: un antoniniano de Filipo el Árabe y otro documento histórico que, por el momento, no puedo revelar porque se va a incluir entre los regalos de Reyes de mi hijo. Confirmado que me había hecho con mis dos pujas, me fui a ver a mi amigo Fran Fernández, encargado de la sección de numismática de la firma, a fin de recogerle las dos adjudicaciones y "bichear" un poco entre los lotes invendidos, cosa que suelo hacer siempre y que recomiendo. Como entre las compras de navidad y la renovación de mi equipo fotográfico mi presupuesto de 2014 para invertir en caprichos está bastante agotado tuve que dejar pasar alguna moneda que me gustaba y me centré un poco en la bandeja donde quedaban unas cuantas sin vender de una colección de falsificaciones de época -de las que tengo una pequeña subcolección, porque es un tema que me gusta mucho- y por 11 eurillos me pude dar el capricho. Esta es:
Esta pieza, pese al personaje que la mandó acuñar, a mi me trae buenos recuerdos, ya que fue el primer regalo que me trajo el "ratoncito Pérez" y que a mi me pareció un tesoro ya que, además de que en la segunda mitad de los sesenta era un dinerito, ¡era de plata! Pese a ello, no conservé aquella primera pieza, me imagino que me la cambiaría mi padre por un billete, que también los había de 100 pesetas, y que con el tiempo me lo gastaría. NO he vuelto a tener una pieza de estas hasta ahora y tampoco exactamente, porque la que he comprado en Subastas Sevilla es una falsificación muy bien hecha, de época, pero una falsificación hecha para engañar al prójimo -como todas- y defraudar al poder emisor.
Y claro, como toda moneda que cae en mis manos, más tarde o más temprano, hay que estudiarla. Esta le he estudiado muy pronto poniéndola por delante de otras que llevan mucho más tiempo en mis bandejas pendientes de estudio. No sé, me picó la curiosidad o el recuerdo del ratoncito Pérez. Pues resulta que en el año 1966, Franco promulgo -porque a ver quién era el guapo que le decía que no la promulgara- una Ley ex profeso mandando acuñar la pieza (Ley 12/1966, de 18 de marzo, por la que se autoriza la acuñación y puesta en circulación de moneda de cien pesetas). Da la casualidad que en 1966 se cumplían los 30 años del comienzo de la Guerra civil española y que el régimen había conmemorado poco tiempo antes los "25 años de paz". También casualmente los demás gobiernos del mundo estaban abandonando la acuñación en plata. Pero nada de esto influyó, según reza la exposición de motivos de la ley, en que se acordara esta emisión en plata. Reza este preámbulo:
"Por la Ley de veintiséis de diciembre de mil novecientos cincuenta y siete se autorizó la emisión de monedas que permitiese la rápida solución de los problemas que en cuanto a la circulación monetaria se derivaban del engrandecimiento del país y de la actividad creciente de su comercio, industria y comunicaciones, limitándose en aquel momento el mayor valor de las monedas a la pieza de cincuenta pesetas.
La buena acogida que en los medios bancarios y especialmente entre el público en general ha tenido aquella emisión y atento siempre el Gobierno a facilitar los medios de cambio, manteniendo en buen uso la moneda circulante, aconseja, habida cuenta del mayor volumen actual de sus transacciones, que una moneda metálica de mayor cuantía atienda a dichos fines, por lo que se considera oportuno ampliar la escala de valores de la referida Ley creando la moneda metálica de cien pesetas.
Dado el valor facial de la nueva moneda metálica, se estima más conveniente acuñarla en un metal noble como es la plata, y que, por otro lado, tiene una gran tradición en nuestro país."
O sea, que fueron teóricamente razones económicas las que aconsejaron al régimen la emisión, algo que simplemente no se sostiene, habida cuenta de los acontecimientos que seguirían. Estamos en pleno despegue económico de los 60, a la imagen del Estado -o sea, a la de Franco- políticamente le convenía y en ese momento pudo permitirse el lujo de esta emisión en plata, y así el Jefe del Estado no iba a ser menos que sus antecesores, como veladamente deja entrever la última frase del preámbulo.
Entre 1966 y 1970 se acuñaron alrededor de 60 millones de monedas de 100 pesetas, con 34mm de diámetro, 19 g. de peso y una ley de 800 milésimas en plata -800 milésimas de plata y 200 milésimas de cobre, con una tolerancia de contenido en plata de más menos 3 por 1000). Esto suponía un contenido de plata pura en cada moneda de 15,2 gramos. En 1.970 hubo de suspenderse su emisión. La subida progresiva del precio de la plata desde 1.966 la hacía insostenible. Se ha discutido mucho sobre si ya en 1966 era económicamente aconsejable hacerlo, pero e mi modesta opinión, y a falta de un estudio más profundo, todo apunta que a partir de 1.968 las emisiones ya no debían compensar económicamente al estado. Os doy algunos datos:
En marzo de 1966, con el dólar a 59,945 pesetas, la plata cotizaba a 1,29 $ la onza, lo que equivale, si mis cálculos son correctos, a 2,49 pesetas el gramo de plata. Dado que la pieza tenía 15,20 g. de plata pura, su valor en plata era de 37,85 pesetas. Bueno, vale, nos lo podemos permitir, debieron pensar.
Pero es que en 1968, con el dolar a un cambio de 69,712 pesetas, la plata cotizaba a 2,5 $/onza, y la plata de la moneda valía, haciendo cálculos, unos 85,17 pesetas, muy cercana ya a su valor nominal.
En 1975 la plata estaba a 4,42 $/onza y el dolar cerró a 59,71 pesetas. No hace falta ni hacer cálculos. Con una cotización del dolar similar a la de 1966, el precio de la plata era casi 3 veces y media mayor. La plata que contenía la moneda sobrepasaba el valor facial.
No es de extrañar que aunque a mediados de los setenta se prohibiera especular con estas monedas y sólo se permitiera su cambio para retirarlas de la circulación, el caso es que se retuvieron muchísimas en manos de los particulares, por lo que aún hoy día es muy fácil encontrarlas. Tampoco es de extrañar que algún director de banco, que las tenía en la caja fuerte contabilizadas a valor nominal, hiciera negocio con ellas.
Sobre la falsificación no tengo muchos datos. Puede ser la que aparece en el Catálogo General de la Moneda Falsa Española de Luis Barrera, bajo el número 1405, que corresponde a una pieza fundida de escaso relieve en alpaca. La verdad es que alpaca puede ser, pero no presenta escasos relieves y, en cuanto a lo de fundida, tengo muchas dudas tras examinarla al microscopio. Lo que si tengo claro es que no es de plata. Tiene un diámetro mayor ligéramente mayor a los 34 mm que debería medir, concretamente mide 34,34 mm. Su peso es de 18,23 g., inferior al peso oficial en más de medio gramo (0,67 g. concretamente). Su canto es de 2,57 mm. Un cálculo aproximado de la densidad del metal (geométrico, ya que no tengo balanza de laborarorio con kit de densidad) me da una densidad de 7,65 g/ml muy alejada de la densidad 10,2 g/ml que debe tener la aleación original (según mis cálculos y mis oxidados conocimientos en física y química). Sin embargo una densidad muy cercana a la del peltre (7,70 g/ml) y a la de la alpaca (8,72 g/ml, que al ser ambas aleaciones de varios metales pueden oscilar.
Y hasta aquí dio de sí mi pequeña investigación numismática de la tarde del viernes pasado, que hoy he pasado a limpio.
Para saber más sobre estas piezas os paso dos enlaces:
Las 100 pesetas de Franco. Blog de Historia y Numismática
Diferentes estrellas en las 100 pesetas de Franco.Blog Numismático.